Ganas de matar
En la intensidad de
la batalla
Tirado en los arbustos de un
bosque, no muy lejano al lago Calima en el Valle del Cauca, una tierra asediada
por la violencia y el narcotráfico, cubierto por la sombra de los árboles,
escondido entre las hojas con la ayuda de su camuflaje, apenas podía asomar la
boca del cañón de su rifle de asalto por entre las ramas y no lograba ver con
claridad su objetivo, ni siquiera utilizando la mira de su arma. El calor era
muy intenso, lo hacía sudar e hiperventilarse, el vidrio de su visor se
empañaba, pero trataba de no limpiarse y de controlar su respiración para no
ser descubierto. Era él o era el enemigo.
Al otro lado, desde un balcón de
las ruinas de una casa vieja y olvidada, alguien custodiaba con su vida al
capo. Se esforzaba en concentrar su atención en la espesura del bosque de
enfrente, porque había visto movimiento y no podía permitir ser eliminado o
perder al capo, pero el ruido de los disparos y los gritos, tanto del enemigo
como de sus compañeros, le impedían lograrlo. Afortunadamente estaban en un
sitio donde nadie les interrumpiría las ganas de saciar su sed de matar.
Eso es lo que vagamente recuerda
Darío Vasco, quien dice que cuando uno hace lo que él tuvo que hacer, todo pasa
tan rápido que muchos detalles se olvidan. “De repente, todo el agite que había
se detuvo por un momento. Al parecer, la misión estaba complicada y los demás
querían descansar o recargar sus armas. No sé en realidad lo que ocurría, lo
que sí sabía era que por mi parte estaba listo y ese momento de quietud me hizo
ver todo con más claridad”.
“Desde el balcón me di cuenta que
el enemigo se acercaba. En ese momento todo se calmó. Los disparos habían
cesado porque mis compañeros se estaban moviendo con el capo a una casa vecina
para no ser atrapados. Yo me quedé en la primera línea de fuego para contener a
“Los amarillos”. Desde mi balcón tenía una excelente vista y podía cubrir
varios frentes como la carretera o el bosque, que ya no me preocupaba tanto.
Mientras mi equipo se movía sufrimos muchas bajas por lo que debía hacer lo que
fuera para contener al enemigo”.
Como dice la canción de Piero, “sucede
que hay silencios que anuncian las tormentas”, así fue en esta ocasión. Luego
de la calma llegó el momento más intenso del combate. Un solo disparo rompió el
suspenso. Una mancha de color rojo ensució las paredes blancas de un balcón de
las ruinas de una casa vieja y olvidada. Un solo disparo en la cabeza eliminó
al centinela de “Los rojos”. El capo fue capturado y “Los amarillos” recibieron
la recompensa prometida de $5’000.000 por su buen trabajo. El gran Juego Nacional de paintball
2013 en el Lago Calima tuvo un ganador.
La pasión
Para el más grande equipo de
paintball del Valle de Aburrá, Warriors, aquel largo viaje de aproximadamente
13 horas por tierra, valió la pena. No sólo ganaron el juego nacional sino
también respeto y reconocimiento dentro del gremio de este deporte en Colombia.
Y de paso conocieron el Parque del Café.
“Para nosotros esto no es algo que las personas hacen de vez en cuando para divertirse o que otros critican por la simulación de violencia. No sólo es dispararse bolas de pintura y reírse de los moretones que dejan. El paintball para nosotros es la vida, es juego táctico, es sentir la emoción y adrenalina que se vive en un campo de batalla real. Es matar de mentiras”.
“Para nosotros esto no es algo que las personas hacen de vez en cuando para divertirse o que otros critican por la simulación de violencia. No sólo es dispararse bolas de pintura y reírse de los moretones que dejan. El paintball para nosotros es la vida, es juego táctico, es sentir la emoción y adrenalina que se vive en un campo de batalla real. Es matar de mentiras”.
Con cansancio y heridas de
guerra, como ellos llaman a las marcas que las bolas dejan en la piel, pero con
una pasión que se veía en sus ojos y en sus manos, una sobando el rifle y la
otra en forma de puño, se refirió “Michellin”, el líder de “Warriors”, al
deporte de su vida. Un hombre grande, un poco robusto que le hace honor a su
apodo y que ha dedicado la mayor parte de su vida a construir su mundo en el
paintball.
Tiene canchas en Medellín donde
la gente va a divertirse con pequeños partidos, proveedores nacionales e
internacionales de artículos exclusivos en ese deporte y una larga experiencia
que ha adquirido en los 16 años recorridos entre viajes y pintura.
Dos cosas principales: la inspiración y la motivación.
La meta: Viajar y ser reconocidos,
sí es posible en el mundo, como el mejor equipo de paintball táctico. Para
lograrlo, entrenan cada domingo en las canchas de “Michellin” o van a lugares
cercanos para llevar a la realidad lo que simulan en la ciudad.
“Queremos llegar a vivir
experiencias como las que uno ve en los mejores vídeos de internet sobre
paintball. De hecho hay uno que consideramos el mejor y que cada vez que vemos
se nos eriza la piel, es como una de nuestras inspiraciones. Se llama “Paintball warfare-Epic
paintball battle”, tiene que verlo. Una batalla en un desierto con
camiones, camionetas, motos, todos armados con diferente clase de equipos, metralletas,
pistolas, torretas, bazookas y hasta parapentes con motores disparan desde el
cielo ¡Algo de locos!”
Cosas como esas son su
inspiración. Los diferentes sitios en los que juegan, las amistades que se
forjan y los contactos que se establecen, su motivación. La emoción que sienten
al jugar en una cárcel abandonada, un campo de entrenamiento militar o, como en
este caso, una tierra donde se pueden sentir identificados con las guerras
entre los carteles, no la cambian por nada. No han encontrado nada que les
reemplace la película en la que se montan con sus trajes camuflados,
escuadrones, armamento, estrategias y cualquier cosa que se les ocurra para
cubrir sus ganas de matar, de mentiritas.